Por Sebastian Grosso |
Escribía directamente del corazón.
Aquí os dejo su homenaje, desde el cariño.
Vinieron de su mente. La larga lluvia azotaba sus rostros. No era una lluvia tan intensa como la lluvia de Venus, lo que agradecía el capitan que ya se enfrentó a ella una vez, pero aún así era una lluvia molesta, gris y constante que repicaba contra los cascos cerrados de algunos de los presentes, estos ya no eran más que recuerdos de lo que fueron, sus muertes se debieron a un meteorito que chocó contra su nave y mientras caían al vacio hablaron sus ultimas palabras antes de morir, antes de convertirse alguno en estrella fugaz. Ahora ellos veían marchar al padre, a aquel que los había creado. El ataud bajaba lentamente y todos lo miraban. No faltaba ninguno, allí estaba aquel extraño hombre con sus tatuajes que contaban historias, los eternos viajeros del espacio, el chico cuyo padre cayó en el sol que se había hecho amigo de unos niños con una casa llena de leones, las naves de negros de marte sobrevolaban la zona, hacía tiempo que habían perdonado a los blancos su destierro y ahora volvían a ser de nuevo solo humanos. Junto a ellos se encontraban los robots, las maquinas imposibles, los remedios para melancólicos, un circo que se movía con las tormentas, las naves, los libros que no debían arder y tras todo esto, a lo lejos los observaban los lectores, desde sus puestos privilegiados en los que podian elegir el momento de la vida que querian observar de cada uno de ellos. Todos ellos observaban la partida del maestro, del creador, todos se despedían de aquel que les había dado vida y muerte, Ray Bradbury.
Y recordad que, aunque hoy es un día triste para la literatura y el mundo sci-fi en general seguimos con la recaudación para nuestro super-proyecto Audrey79 :)
Entrad aquí, en Filmutea y averiguar cómo.